Año CXV - Nro. 35.530 - Miércoles 27 de junio de 2001

Comentario teatral

"Hay una estética de recepción que rige el fenómeno del gesto, del placer a través de los sentidos".

"Minotauros"

 

Autor: Carlos Reherman

 

Dirección: Sandra Massera

 

Compañía "El Umbral", Montevideo, Uruguay

 

 

Tantas veces hemos hablado de la emoción dramática, que viene del texto y del espectáculo (actores, dirección, diseño). Rara vez destacamos la inteligencia en lo que aporta de intelecto y racional o filosófico o poético. En el teatro se juntan y también se fusionan todas las artes, hasta la catarsis, que es un fenómeno más bien psicológico. Gozamos el teatro porque nos llega a través de los sentidos, con fuerza emocional. Así fue, pensamos, desde el rito de Dionisos y será hasta siempre.

 

Cuando se une la emoción con lo que entendemos por inteligencia, surge la grandeza del arte y el teatro, es el nido de la caja de Pandora. En esta gloriosa ocasión, entre el autor y la directora, elevaron el teatro hasta el Olimpo de la belleza dramática. Hay una estética de recepción que rige el fenómeno del gesto, del placer a través de los sentidos. El arte, cuando lo es, da el gozo de la música entre quienes no saben música, de la danza entre los que no están en el secreto de la danza, de la escultura o la pintura, sin que el que observa sea pintor o escultor y la poesía sin ser poeta. Esto, ya lo hemos dicho, el arte crea artistas. En el teatro, el público se transforma en actor, en autor, en diseñador.

 

Además, como al teatro, que no es un ensayo o tratado académico ni filosófico, accede el público, siempre a través de la emoción y llega a lo hondo de su vida interior. Sin conocer el mito griego del laberinto de Creta, ni del Minotauro, ni de Dédalo, como tampoco el hecho histórico del Medievo de los amores prohibidos de Pedro Abelardo, el fraile filósofo con la monja Eloísa, el público pudo seguir y gozar el relato dramático de "Minotauros".

 

Desde el inicio del espectáculo, la gente común, que no tiene por qué ser especialista, se transforma en actor, porque el espectáculo salió del escenario, a los pasillos, fuera de su lugar habitual y se mezcló con el público, pero siempre en el contexto dramático. (Recordemos el Teatro de La Mancha, de Farellones, Santiago).

 

Su origen es el teatro de Erwin Piscator (década de 1920 en Berlin) con la idea del Teatro Total. Esto obliga a cada persona a sentirse dentro de un escenario y a olvidarse que viene a ver una obra teatral, ya quedó atrapada. La directora, Sandra Massera, fusionó todas las artes: danza, mimo, música monódica, pintura, en un todo plástico, armónico, cercano a la escultura animada, con el arte del teatro, en cuanto a actor. Esta valoración estética se posesionó de cada uno en el público. Cuando vemos un espectáculo como éste, recordamos al poeta mexicano: "El hombre es un olmo que da peras" (Octavio Paz).

 

El público queda con una opresión del corazón por el goce estético. La respiración, el torrente sanguíneo, se alteran por la emoción. El hombre se transforma, crece y sale de la sala teatral con algo que no tenía al entrar. Es el fenómeno del Arte. Vuelve con esto al teatro uruguayo la grandeza del teatro "El Galpón", con nuestro querido viejo, Atahualpa del Cioppo. Los Temporales Teatrales de Puerto Montt han llegado, en esta duodécima temporada, a la cima más alta, digna del teatro europeo. Rememoramos al Teatro Experimental de la U. de Chile en sus tiempos gloriosos de hace 30 años.

 

 

 

Por Domingo Piga

Fundador del Teatro Experimental de la Universidad de Chile y ex decano de la Facultad de Artes de esa casa de estudios.



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