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Libreto de Sandra Massera, a partir de

la novela L'Ingratitude, de Ying Chen

Críticas

Jorge Arias (La República, Uruguay)

EN EL FILO DE LA NAVAJA

La densidad de la obra no se percibe enseguida; al fin comprendemos su peso, que podría aplastarnos. En más de un momento nos vino a la memoria el arte refinado del escritor japonés Yasunari Kawabata, cuya novela El país de nieve tiene análoga composición.

La trama aparente de El Castigo es el suicidio de una joven mujer oprimida por una madre dominante; más que nada, la autoeliminación es causada por el sentimiento de la incapacidad de vivir, y buena parte transcurre en un inquietante estado intermedio, donde la protagonista, ya muerta, aún no habría abandonado del todo ese mundo. “Somos seres perdidos en los confines del mundo”, escribió Po Kiu Yi. La joven Yan Zi no puede vivir ni con su madre ni sin ella; y es curioso comprobar que el tema, que podría parecer ajeno, nos compromete.

Arte difícil y austero el de Ying Chen, escritora de origen chino que vive en Québec y escribe en francés. Está hecho de frases simples, de trazos leves y a los que noo se asigna de inmediato una segunda significación. Partir es morir un poco; y El Castigo, que se subtitula Las muertes de Yan Zi, puede se visto como una metáfora por la cual la autora ha enfrentado a su exilio: China sería la madre de la que no se puede escapar y Canadá la nueva vida, soñada y frágil.

Diarios, radio y televisión censuran y suprimen, en nuestro medio, las noticias sobre suicidios, silencio que forma parte de la civilización hipócrita y represiva en que vivimos, donde la consigna es no enfrentar jamás la realidad que debe mantenerse a raya.

La realización de Sandra Massera, a quien se debe también la adaptación de la novela original, es acorde a la sobriedad del texto pero también rica en matices, delicadas alusiones y misteriosos significados no siempre visibles de inmediato.

En una sala íntima en la platea alta del Teatro Victoria, con capacidad para cuarenta espectadores, el decorado es poco más que unos lienzos blancos, que representan el ámbito de una conciencia lúcida e implacable. La música, una compaginación de varios autores, tiene un destacado papel de contrapunto con lo que sucede en escena, donde ya hay un primer espejo, el coro, a cargo de la misma directora. La interpretación no tiene fallas y permite descubrir actores de capacitación profesional que hasta ahora son casi desconocidos; en el papel protagónico tuvo especial lucimiento Lila García.

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Fotos de funciones

Sábados a las 21, Domingos a las 18.30
Teatro Victoria (Río Negro 1479, esq. Uruguay)