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No basta tener talento, sino que hace falta también el permiso para tenerlo. ¿No es eso, amigos míos?

Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal


CRÍTICAS

Reseña de Búsqueda (Jueves 22 de julio de 1999)

Los sexos al desnudo

Quien vaya a Puertoluna los viernes o sábados a las 22.30 hs., encontrará un panorama inesperado. Tras esperar el el hall, un señor le invitará -previo paso por boletería- a ingresar por un carnoso túnel de utilería a través del que asoman las cabezas de los actores. Luego de penetrar por esta caverna orgánica que gime de placer y dolor, el público queda dispuesto en una habitación rectangular, pronto para asistir a un encuentro desopilante. El presentador, con nerviosa grandilocuencia, anuncia el motivo de la reunión: cinco grandes de la teoría sexológica, desde las más diversas áreas, expondrán recientes investigaciones sobre el tema más viejo del mundo. La obra Congreso de sexología ha comenzado.

Abre el juego la ponencia de una antroipóloga que ha vivido de cerca las costumbres de "La Comarca", un paraje desconocido donde los habitantes, si bien ostentan un único sexo, se las arreglan para reproducirse (y mucho más) por medio de originales maniobras. Escopeta fálica en mano, la exploradora ahonda en detalles de una cultura que aunque totalmente distinta a la nuestra, tiene un punto en común: allí conviven prejuicio y promiscuidad.

A continuación sigue un arrebatado científico que con el cabello desarreglado y los ojos casi en blanco se propone explicar los últimos avances en el terreno de las parafilias, esto es, las perversiones sexuales. pedofilia, zoofilia y demás patologías del comportamiento humano son abordadas con tal vehemencia que deja entrever que el hombre no está en sus cabales, finalizando su intervención fuera de sí, con un disimulado ataque de nervios. Toma la posta un biólogo, que más preocupado en los problemas que en el tema a tratar, denuncia los recortes presupuestales y las irregularidades administrativas que nunca faltan en todo congreso que se precie de tal. Cierra las exposiciones un hermafrodita que en lengua ininteligible (pero al fin de cuentas comprensible) explica los puntos básicos de su particular sexualidad.

Superada la primera parte del alocado simposio, un intermedio de descanso no logra aplacar los ánimos inestables de los académicos. Galletitas con forma de corazón son ofrecidas al público, cuidando que las celestes sean para los varones y las rosadas para las mujeres. Se convida además con una bebida de sabor amargo que también se distribuye contemplando la clásica concordancia de sexos y colores.

Realizado por el arquitecto, periodista y escritor Carlos Rehermann, autor de aquella novela "El robo del cero Wharton" que en 1995 anticipó el robo del Museo Blanes, el texto enfrenta las mil facetas de la sexualidad con dosis parejas de inteligencia y humor. La directora, Sandra Massera, egresada de la EMAD y docente de la institución, lleva la obra fácilmente, aprovechando la soltura del argumento para trasponerlo al improvisado escenario de modo sencillo, sin formalidades. Los actores, de distintas escuelas, realizan un trabajo distendido, que parece tener como primer móvil divertirse entre ellos para luego divertir al público.

La segunda parte del encuentro encierra más sobresaltos. Ya sea porque el tema parece excitar a los participantes, ya porque el brebaje de colores se les subió a la cabeza, lo cierto es que pasado el entreacto el ánimo de discordia se multiplica y los implicados pierden el poco sentido común que parecían tener. Entre el público, un par de actrices infiltradas siembran el desconcierto con preguntas e intervenciones fuera de lugar. En este ambiente tenso, científicos de uno y otro sexo se precipitan en una batalla de insultos y peleas, donde los ataques personales, y las conductas que éstos suscitan, dejan asomar patologías de todo tipo. El texto, sin embargo, a diferencia de otros recientemente estrenados ("Greek", "Closer"), no cae en el uso y abuso de expresiones y términos burdos, optando por metáforas y eufemismos que además de potenciar el humor, permiten al autor saltear un lenguaje agresivo.

En medio del clima de arrebato, un hombre llamado Sabio Silencioso, de clara estirpe oriental, lanza las últimas palabras con las que culmina la convocatoria: unas consideraciones banales sobre la caña de bambú y la vida dan el punto final a un periplo descabellado que, paradójicamente, resulta sano y entretenido.

Carlos Reyes

 

Reseña de Brecha* (viernes 23 de julio de 1999)

El discurso está en vosotros

(...) detrás de las formalidades, el encuentro de supuestos sabios podría dar lugar a estallidos sobre la lucha de los sexos, sobre los mitos y los complejos, sobre las barreras del lenguaje para decir las cosas como realmente son (...)

(...) las sucesivas intervenciones son seguidas de una pausa con "comestibles y bebestibles" y un intercambio de ideas, con preguntas de un público especialmente colocado y que forma parte también del elenco del espectáculo.

(...) Una explosión de aparentes locuras, desde la exploradora con aparato insólito hasta una hermafrodita (o un hermafrodita) que habla en una lengua inventada, pasando por un científico uruguayo (el más entretenido, cabe decirlo) que se empeña una y otra vez en defender sus reivindicaciones de presupuesto para las investigaciones necesarias (...) Puede destacarse la gracia natural de Ricardo Romay en ese uruguayo protestador (...)

AG

(*) fragmentos

 

Ercole Lissardi opina

Me gustó mucho la estructura global del espectáculo, dividido en ponencias y preguntas, y el tono general de farsa expresionista. Todos los personajes aunque jugados caricaturescamente, puesto que se trata de una comedia, son "densos" (para usar tu palabra) y significativos, y los nudos que se forman en o entre ellos (atracción, entropía, desconfianza, rechazo) emergen con nitidez y con fuerza. Es muy interesante la aproximación crítica a los discursos (sicoanálisis, biología, antropología) sobre lo sexual y la confrontación de esos discursos con el personaje misterioso y seductor del andrógino. La expresividad del andrógino entre la danza y el lenguaje puramente musical me pareció un hallazgo. El texto "traducido" de su discurso, que se lee en la "carpeta", me parece muy bello. Las propuestas de interacción con el público me parecen muy buenas (en el foyer el público es tratado como participante en el congreso; los ponentes espían al público antes de la función; se requiere las preguntas del público en la segunda parte, etc.) pero me parece que podría habérselas llevado mas lejos: el público que acude a ver teatro inteligente normalmente, si se le marca claramente el camino, esta dispuesto a participar.

Ercole Lissardi

Crítica aparecida en El País, probablemente la peor jamás escrita.

Cosas inexplicables
La tontería al poder

Mientras el público hace cola para entrar a la sala chica de Puertoluna, un integrante del elenco que luego será el Presentador, reparte los programas diciendo que son carpetas del congreso del título, con lo que plantea la interesante expectativa de que el público pueda comprometerse como "asistente" al mismo. Ni esa ni ninguna otra expectativa posible puede ser colmada por un espectáculo de muy difícil ubicación en cualquier opción imaginable. Porque si alguien se siente tentado por la palabra "sexología" en su denominación, debe saber que de ese tema no se habla prácticamente nada y por lo tanto no cabe esperar ni siquiera una tímida picardía. Si por el contrario alguien cree que la intención del autor es satírica, o sea tomarle el pelo a los congresos en general y a los sexológicos en particular, debe saber que la cosa tampoco va por ahí porque la galería de personajes estrafalarios que se supone va a integrar el panel es tan absurda y exagerada que desborda los límites de cualquier caricatura. Si algún otro iluso supone que detrás de quien firma Carlos Reherman hay un autor con algún sentido del lenguaje teatral, capaz de trasmitir algo a la platea, aunque ese algo sea tan incomprensible como lo es, también se equivoca. La "obra" es una sucesión de monólogos tan largos como insípidos, en donde supuestamente se busca el humor sin encontrarlo nunca y donde es imposible entender por qué hay personajes espásticos que salivan con fruición, repiten el texto como si se lo hubieran olvidado, hablan en un idioma inventado sin clave de comprensión posible o se quedan callados en actitud reflexiva. Sólo un médico investigador dice alguna cosa coherente (apoyado por el hecho de que lo interpreta el único actor del reparto), pero por eso mismo cada intervención suya parece de otro espectáculo. La dirección sólo figura como un nombre en el programa y resulta inexplicable que algunos técnicos prestigiosos como Norma Berriolo, Claudia Schiaffino, Haydée Chocca y Claudia Sánchez se hayan comprometido en este disparate, que confirma la dolorosa convicción de que el teatro es la única actividad especializada que puede ejercerse sin título e impunemente.

G.A.R.

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