Críticas

Carlos Reyes (Búsqueda, Uruguay)

LABORATORIO ESCÉNICO

La directora Sandra Massera viene ofreciendo montajes en los que indaga sobre el espacio escénico, vinculándolos a temas poco frecuentes que desde allí se pueden comunicar. En esa línea hizo Minotauros, de Carlos Rehermann, que trabajaba sobre mitos de la Antigüedad, y luego A la guerra en taxi, del mismo autor, que ganadora del Florencio al autor nacional 2002 exploraba la estética de las vanguardias históricas. EL CASTIGO continúa esa línea, tanto por el interés del tema como por la originalidad de la concepción estética.

Basándose en la novela Ingratitud, de la autora chino-canadiense Ying Chen (1961), la directora adaptó el texto al teatro sin darle prioridad al clásico formato de diálogos. Es más bien por medio de parlamentos individuales de gran contenido poético, que crean un rico clima irreal, que se va armando la historia de una joven china que enfrenta el poder materno por medio de su propia muerte. Para ese fin el equipo de trabajo arma un espacio novedoso: el amplio salón del segundo piso del Teatro Victoria. Con sencillos telones blancos y negros, con una economía de medios que evoca cierta estética oriental, ambiente e historia quedan conseguidos.

La obra cumple con su objetivo experimental, exhibiendo un esmerado trabajo de máscaras y objetos, exigiendo del espectador una atenta actitud para la que hay que ir preparado.

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