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de Sandra Massera

Estructura narrativa en Hotel blanco

Relato marco.

La estructura dramática está concebida como un tipo de relato marco, o relato dentro del relato.

El marco más externo es el que muestra la realidad del propio escritor encarnando a un Ryunosuke Akutagawa ya muerto que deambula por el viejo hotel en torno a la habitación en la que se quitó la vida hace más de ochenta años. Este plano del relato contiene y percibe a todos los otros planos.
A este plano marco más externo y abarcador pertenecen no sólo el escritor sino los personajes inacabados conocidos como Éste y El Otro, especies de extensiones mentales del autor. Los tres conforman el grupo que percibe una especie de realidad brumosa e incierta en la que está incluído el público.
El público es tratado como un visitante perturbador y molesto, en la incómoda categoría de turista curioso o posible acreedor de la propiedad que invade ese mundo quieto del hotel abandonado. A ese público se dirigen más de una vez los tres personajes.

El relato marco siguiente es el de los relatos Rashomon y En el bosque, que se toman como eje principal del devenir argumental en el plano de los cuentos del autor.
Los personajes del leñador y el sirviente, inspirados en ambos relatos, son los que cuentan lo que ocurre a todos los demás. Lo que se ve en escena es el relato de ambos. Ellos serían el marco siguiente. Ninguno de ellos percibe la presencia del público.
Finalmente algunos personajes de En el bosque, Rashomón y El biombo del infierno están contenidos y son narrados o aludidos por el leñador y el sirviente. Forman el marco más cerrado de la estructura narrativa. Están inmersos en su peripecia personal y nunca salen de su realidad.

Relato marco en la puesta en escena

 

La organización en tres marcos narrativos tiene su correlato en la puesta en escena, en la cual se conciben dos espacios de acción: uno para el autor, Éste y El Otro y otro para los otros personajes. En la escena final en la cual se ponen en evidencia los tres planos del relato la escena se divide en tres espacios diferentes.

En el centro del espacio escénico se encuentra el lugar del escritor, su habitación en el viejo hotel. Allí se lo ve rodeado de sus libros y cuadernos, el escritorio, la lámpara, el tintero y todo lo que forma parte de su universo al crear las historias. Ese lugar es como un trozo de planeta por momentos autónomo que flota en la negrura indefinida y sin fronteras del espacio que lo rodea.

En torno a la habitación comienza el espacio misterioso y vacío hasta donde alcanza la vista. Territorio donde ocurren los relatos, metáfora del espacio mental del autor.
Ambos espacios, la habitación y el territorio simbólico de los relatos, pueden tener sin embargo fronteras frágiles e interpenetrarse. Algo inquietante es precisamente esa cualidad inaprehensible del ser del escritor y de sus personajes, y su capacidad para llegar a encontrarse y compartir los espacios unos de otros.
El autor sale de su habitación y entra en el mundo de los cuentos. Es capaz incluso de dialogar con sus personajes, que se desconciertan y no lo conocen. Un espíritu del siglo XX entra en el territorio del Japón feudal y se produce un encuentro inesperado. O un samurai desorientado se sube a la cama de la habitación de Ryunosuke creyendo que está en la muralla abandonada de Kyoto. El cruce de mundos es posible desde la evocación en la muerte. Nadie está vivo, salvo el público.

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